“Aquél que está verdaderamente habitado por la luz y la fuerza del espíritu, es capaz de superar ese odio que suele apoderarse del corazón de los hombres y de las mujeres injustamente perseguidos. En medio de sus sufrimientos, se dice a sí mismo: “¡El comportamiento de mis enemigos revela que están privados de todo lo que proporciona la riqueza de la vida espiritual! Y aunque yo sea su víctima, ellos no son los más fuertes, porque nada pueden contra esa parte de mí que se alimenta cada día de verdad y de belleza”. Así es como consigue lo que nunca habría podido lograr por otros medios: esa libertad interior que le da el poder de perdonar a sus enemigos”.